POR QUÉ ESTADOS UNIDOS DICE QUE AMÉRICA LATINA ES SU ‘PATIO TRASERO’
‘El patio trasero’. Entre los latinoamericanos, la frase tiene un sentido inequívoco: imperialismo estadounidense. Más específicamente, evoca intervenciones militares, bloqueos y sanciones económicas, intentos de cambio de régimen, operaciones de falsa bandera, complicidad con sangrientas dictaduras, expolio de riquezas, chantajes y control político, económico y diplomático.
En términos formales, alude al autoarrogado derecho de Estados Unidos de decidir y controlar los destinos de sus vecinos, desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia, cuyo origen se remonta a 1823, cuando el entonces presidente James Monroe declarara: ‘América para los americanos’, estadounidenses; frase que luego habría de ilustrar la así llamada Doctrina Monroe.
El mensaje, dirigido a las potencias europeas de la época, era una advertencia: Washington no estaba dispuesto a tolerar más colonizaciones ni gobiernos tutelados desde Europa en lo que ya perfilaba como su área de influencia exclusiva. Entonces Monroe no lo dijo, pero la historia mostraría que eso que reclamaba, describiría a la postre su propio proceder.
En los albores del siglo XX, el presidente Theodore Roosevelt habría de aportar la explicitud que le faltó a su antecesor: Estados Unidos podría ‘ejercer el poder policial internacional en casos flagrantes de tales irregularidades o impotencia’. Esa política exterior, bautizada informalmente como el ‘gran garrote’, es el conocido corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe.
Durante el resto del siglo pasado, la Casa Blanca aplicó versiones modificadas del ‘gran garrote’ y de la Doctrina Monroe bajo distintos alegatos. En tiempos de la Guerra Fría, el discurso se centró en el anticomunismo, pero tras el desplome del bloque socialista en Europa del Este y de la Unión Soviética, se apeló a otros recursos como la lucha por la libertad y la democracia o el combate al narcotráfico.
Empero, estas ideas imperialistas no solo son el resultado de la consolidación de la nación estadounidense como potencia regional, lo que ocurrió durante prácticamente todo el siglo XIX a través de sucesivos procesos de expansión territorial mediante la guerra, que luego dieron paso a otros métodos coercitivos con el objetivo terminal de imponer su dominio político, cultural y económico sobre terceras naciones.
También ha jugado un papel la autopercepción de ese país como el resultado de una excepción divina que les otorga superioridad simbólica y material frente a sus pares, cuyo origen puede ubicarse en la época colonial y que es el resultado de una amalgama de creencias económicas, militares, raciales y religiosas que aún persiste.
Por ello no resulta del todo sorprendente que el secretario de Guerra de Estados Unidos, Peter Hegseth, declarara en una entrevista: El mensaje que se está transmitiendo es que el presidente de Estados Unidos se toma muy en serio la protección de nuestra patria y del pueblo estadounidense, que durante demasiado tiempo ignoró nuestro propio ‘patio trasero’, con referencia a las operaciones militares que mantiene Washington en el Caribe y el Pacífico con el alegato declarado de combatir a los cárteles de la droga.
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