INTERNET Y LAS REDES SOCIALES: APRENDER PARA EVITAR EL PELIGRO

22/abril 2024

La ingenuidad es una característica humana. Todos tendemos a creer que las ideas nuevas vienen cargadas de buenas intenciones, que las cosas en las que creemos, religiones, posiciones políticas, artistas y proyectos, no pueden ser corrompidos, que no se puede hacer cosas malas con cosas buenas.

Y parece que, como las moscas que chocan una y otra vez contra una ventana hasta morir, nosotros nos estrellamos insistentemente contra otra realidad, la de que todo es corrompible, todo se puede convertir en armas, todo puede ser veneno, todo puede ser malo, dependiendo de quien lo use y con qué objetivo.

Así pasó con una y otra y otra, hasta que llegamos a la llamada superautopista de la información, que nació con ilusiones académicas, como la gran biblioteca de Alejandría, para compartir conocimientos y abrirnos a un mundo mucho más allá de nuestras fronteras.

Luego se construyeron imperios, y la vieja pornografía llegó a la red, rebautizada como entretenimiento para adultos, para evitar problemas legales. La inmediatez y los bajos costos hicieron crecer esta industria.

La violencia también logró su nicho, cientos de páginas mostraban la realidad más cruda jamás transmitida. Fotografías de asesinatos, suicidios y accidentes encontraron allí su espacio.

Internet en su versión 1.0 era un museo, un gran archivo de textos, videos, fotografías, sonidos e imágenes.

El gran salto llegaría de la mano de una serie de innovaciones e invenciones que estaban eclosionando en todo el mundo. Fotografías, videos, audios, foros y redes sociales, compartir archivos, piratería, todo sucedía muy rápido.

En 2003 nació Facebook, la primera red social mundial; en 2005 YouTube, en 2006 Twitter y, en 2007, Apple transformó todo con el iPhone. En 2010 llegó Instagram y el panorama se completaría con las redes de música, podcast, y luego en 2016 llegaron los chinos con un algoritmo agresivo.

De pronto la red aparentaba que se democratizaba, cualquiera puede ser un creador de contenido. De ser una exposición, se convirtió en el lugar donde todos construían su versión de la realidad.

Un estudio realizado por el Tecnológico de Monterrey señala que es necesario comprender que debemos aprender a convivir en un terreno minado, a ignorar la toxicidad, a enseñar a los más jóvenes sobre el uso seguro y responsable de las redes.

Es necesario evitar la sobreexposición, así como enseñar a las nuevas generaciones a ser más críticas ante lo que ven en internet, estimular las actividades sociales y la interacción personal, que les permita apreciar y asumir que más allá del Internet y las redes sociales, la vida es posible y es fructífera, agrega la investigación.